Revista de
Comunicación
Audiovisual #4
 
Septiembre 2002

números anteriores #3

 

Retratos

Retrato del navegante que exploró mi alma

Creerían que cualquier cosa que pudieran ver de mí era algo sin importancia, como pasa con todas las personas que uno ve y no conoce. Tal vez no todos somos iguales y en ese tal vez, hago una afirmación; entonces vuelvo a decir una y mil veces no somos todos iguales. Eso es bueno pienso yo, pero ellos  creen que tenes que ser igual, similar, parecido y no oponerte a nada. 

Todo esto viene a cuenta de que puede llegar a ser tan grande el conflicto con tu alma que tanto ella como tu cuerpo se pueden escindir, no sé si para siempre, porque la mía volvió a tiempo, pero  quien recorrió todo aún así siempre tiene algo por recorrer, y si no se detiene a tiempo quién sabe lo que pueda llegar a pasar.

Esto me recuerda a un amigo que me dijo una vez: " todos pueden comprender mi dolor, pero sólo yo puedo sentirlo... desde ese día me quedé atónita y era tan cierto que comencé a pensar distinto, de otra manera...

Fue la semana pasada que comenzaron a medirme con grandes aparatos, esos que detectan todo lo malo que pueda existir en el organismo; resultado: creyeron que era depresiva, ¿ ciclotímica?, ¿bipolar?... vaya a saber cuantas cosas más. Y si total nadie sabía cuántas cosas pasaban por mi cabeza, claro si la cabeza está mal, el alma sufre las consecuencia.

Podríamos decir que yo antes del "naufragio de emociones" era bastante tranquila, semi-introvertida, solitaria, pero mal no la pasaba; de pronto un día comencé a sentirme mal anímicamente, empecé a sentir que mi corazón estaba solo, todo esto pasó de un dia para el otro, o al menos yo lo sentí así, no existía nada que me motivara a seguir con mis cosas, pero nada, nada.

Claro entonces decido ir al medico y bueno, el diagnóstico final. Yo sabía que nadie jamás se tomaba el tiempo para conocer a otra persona en profundidad, porque siempre es mas cómodo tener a alguien a tu lado que sea bueno con vos y listo ¿ para qué más ?. Se me cruzaban muchas cosas por la cabeza, entre ellas el hecho de que cuando no te encuentran nada en el organismo, te mandan al psicólogo, te dan antidepresivos y listo, el diagnostico. Yo por mi parte, no fui al psicólogo, sentía necesidad de hablar miles de cosas con alguien, pero justo esa mañana discutí con mi mamá y por terca, le dije "mirá no voy nada". Te juro que me sentía muy mal, nada me caía bien, yo tampoco le hablaba a nadie, me peleé  con amigos, en fin un mal momento.

Ahora bien, si los médicos detectaron esa cosa, lo de la depresión, lo que jamás sospecharon fue lo de mi virus - si se lo puede llamar así-, y mucho menos lo de la metamorfosis de mi cuerpo, el cuerpo que cambia por dentro, por donde no se ve; eso sólo uno lo puede sentir y saber.  Aunque ahora sé que en ese momento alguien más sabía lo que yo estaba sintiendo y pensando. Sí, aunque en ningún instante yo sentí la presencia de nadie dentro de mí, existía alguien. Algo raro para estos días, y más raro que jamás supe su nombre, pero él conocía todo el retrato de mi alma, y más que ese retrato que muestra un pequeño recorte de la realidad, conocía la esencia que existe detrás de ese recorte.

Recuerdo que encontré al navegante de mis naufragios cuando en uno de mis ataques depresivos corrí hasta la plaza y me senté a mirar la nada, él se acerco y se sentó a mi lado y comenzó a contarme, con exactitud los cambios en mi actitud y en mi mente. Recorrió mis vasos, mis huesos, mis neuronas, mis glóbulos... con precisa dirección indicó el mapa que conducía a mi alma a sentirse tan aislada de mi cuerpo, yo lo único que pude hacer fue escucharlo sin siquiera hacer una pregunta.

Logró sacar la radiografía de mis pensamiento: él sabía que yo amaba el skate, las sensaciones que me producía tocar el piano, el placer que sentían mis oídos al oír la música, sabía también del agravio que me producían la falsedad, la ironía y sobre todo mi gran odio hacia la "careta del mundo",  logró ver a través de mis ojos el mundo que yo conocía, ese en el que se movían todos como hormigas.  Jamás pude decirle que realmente me impresionó su presencia en mí, porque ya nadie parecía fijarse en lo interno, todo lo que importaba era lo físico, lo superficial, lo externo.

Mientras él me seguía contando lo que yo conocía y las cosas que no sabía de mi misma, aspiré con gran angustia una inmensa bocanada de aire frío y con olor a pino, sobre mi rostro rodaron lagrimas tibias, comencé a ver más colores, a sentir que ese aire refrescaba mi cuerpo, mi mente, en ese instante él no me dijo nada, pero yo creo que ese era el regreso de mi alma ... Tranquila, inmóvil, atenta, contenta, comencé a explorar mis sentidos, mire mis piernas, mis ropas, mis pies, mis manos y los dos anillos que llevo en ellas; levante nuevamente la mirada y la fije en la nada. Cuando miré hacia mi costado derecho me encontraba solitaria pero feliz...

 

Bárbara Luján

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Revista electrónica de la cátedra de Comunicación Audiovisual de la Licenciatura en Comunicación Social / Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales / Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco/ Comodoro Rivadavia / Chubut / Patagonia / Argentina
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