Revista de
Comunicación
Audiovisual #4
 
Septiembre 2002

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Retratos

Roberto y su retrato

Todavía no aclara y sale de su casa para retirar los diarios del día. En la estación de servicio los repartidores de los diarios locales le dejan sus 25 números de cada uno. Roberto entra, saluda a Guzmán y pide el "pan" como suele decirle a la pila de papeles que vende por el barrio Presidente Ortiz. Los coloca en su bolsa, y retorna a su zona exclusiva de trabajo: es el único diariero que recorre las calles del kilómetro 5.

Su tarea comienza a las 8. La temperatura de invierno exige cada día el mismo atuendo de guerra contra el frío. Sobretodo marrón, sufridas botas de cuero y un sombrero oscuro conforman su defensa contra la temporada. A paso firme y con un tono de voz áspera repetirá "diario" infinidad de veces. Así, entre esquinas, adoquines y baldosas recorrerá hasta las 5 de la tarde las calles de un barrio apartado del centro de Comodoro Rivadavia.

Cubierto de ropa, sólo se le puede ver la cara una leve tez rosada y una barba rubia que enmarca el contorno de sus rasgos. Con una seriedad perpetua, saluda a unos conocidos del taller y les entrega las noticias. Busca cambio en un bolsillo bajo del saco, y sin dudar da el vuelto con monedas de cinco centavos incluidas. Agradece, y antes de seguir acepta un mate. "Hasta mañana muchachos" y continua su recorrido con sus ilusiones, su bolsa y las fuerzas necesarias para una jornada más de su vida.

Roberto lleva el orgullo de ser el diarero oficial del barrio. No sólo reparte locales; a partir de media mañana reparte La Nación, Clarín y Página 12 con exclusividad desde que el último escaparate cerro hace casi 3 años. Este acontecimiento fue lo que reforzó su compromiso y lo motivó a llevar adelante una rutina disciplinada que lo reconforta tanto como le exige sacrificio. Además, es lo que le permite vivir, tener para comer y pagar los servicios de su casa.

Vive y trabaja solo. Tiene un hijo en Capital Federal, Federico, que lo extraña y es lo que derrite toda la exterioridad de un hombre recto e inmutable. Se trasladó al norte por razones de trabajo, pero el viejo lo sigue extrañando como el primer día. Roberto lo crió por sus propios medios, luego de que su mujer falleciera a pocos meses de su nacimiento por una descompensación cardiaca.

Más adelante en su recorrido, golpea las manos y Delfina lo saluda. Comentan lo soleado del día, saca del bolso uno de los diarios y tomado por uno de los vértices, se lo entrega a su cliente. Con la amabilidad de siempre agradece a la señora y le desea buen día. Ella, le sonríe y le dice que mañana lo va esperar con unos mates calentitos así se le acorta la mañana. Roberto, encantado, sonríe y sigue su paso hasta llegar a la esquina. Deja el bolso en el piso, y cierra el cuello del saco porque la brisa aumenta y penetra por su chaqueta.

Uno a uno, Roberto afloja el peso de su bolsa y mantiene su vida en pie. Avanza un día, y los diarios llegan a destino. Roberto es el puente y siempre sobre el borde, entre los cordones y el centro de la calle, el diariero del barrio camina los días a buen paso. Dos veces por cuadra anuncia con un timbre alto y su voz ronca: "diario...diario".La jornada termina, y si fue productiva, Roberto toma una copita en el bar El Cóndor. Charla y repasa la actualidad con amigos. Un rato después regresa a su casa., satisfecho por una jornada más y por contar con el desafio de otra jornada por delante.

Nicolás Oller

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Revista electrónica de la cátedra de Comunicación Audiovisual de la Licenciatura en Comunicación Social / Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales / Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco/ Comodoro Rivadavia / Chubut / Patagonia / Argentina
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