Las Mentiras

 

La máquina de mentiras de los medios de la OTAN

Título original: The NATO-Media Lie Machine
Autor: Edward S. Herman & David Peterson
Origen: Z Magazine, mayo de 2000
Traducido por Germán Leyens y revisado por Alfred Sola, diciembre de 2000

La empresa "humanitaria" de la OTAN en Kosovo se basó en una estructura de mentiras, muchas de las cuales fluyeron de los cuarteles generales y de funcionarios de las potencias de la OTAN, y transmitidos sin crítica alguna por los medios predominantes de los países de la OTAN. Una de las grandes ironías de la Operación Fuerza Aliada, la breve guerra de la OTAN de 1999 contra Serbia, fue que las instalaciones de radiodifusión de Yugoslavia fueron bombardeadas por la OTAN con la pretensión de que eran una "máquina de mentiras" sirviendo al aparato bélico de Yugoslavia. Esto fue contrastado con los medios de la OTAN, los cuales desde el punto de vista de los funcionarios de la OTAN, compartido por el personal de los medios, eran "objetivos" y suministraban lo que Richard Holbrooke describió como una cobertura "ejemplar". Jamás se les ocurrió a los dirigentes de los medios y a los periodistas que el elogio de Holbrooke pudiera resultarles embarazoso (aunque si Slobodan Milosevic hubiera elogiado el trabajo de los medios serbios como "ejemplares", sospechamos que sus equivalentes en el bloque de la OTAN lo hubieran interpretado como prueba de la acusación de ser una "máquina de mentiras.") El doble estándar tiene raíces profundas.

Una razón importante para la congruencia entre los puntos de vista de Holbrooke y de los medios fueron las pretensiones de superioridad moral que acompañaron a la Operación Fuerza Aliada. La creencia de que la OTAN estaba librando una "guerra justa" contra un enemigo maligno había sido tan bien cultivada durante la década anterior, que para los medios, el "integrarse al equipo" y así promover el esfuerzo de guerra parecía ser perfectamente consecuente con la publicación de noticias "objetivas". La perspectiva, que no fue compartida por la mayor parte de los gobiernos y de los medios fuera de la OTAN y por medios vigorosos pero marginalizados dentro de los países de la OTAN, fue ideal desde el punto de vista de los gerentes de la guerra de la OTAN, ya que convirtió a los medios predominantes en un brazo de propaganda de facto de la OTAN. A fin de cuentas, esto dio a la OTAN y a sus gobiernos dominantes una libertad para ignorar tanto la opinión internacional como el derecho internacional (y destruir y asesinar) que hubiera sido mucho más difícil lograr si la actuación de sus medios hubiera sido menos "ejemplar."

El Genocidio Politizado
Uno de los muchos éxitos de la máquina de mentiras de los medios de la OTAN fue el fijar efectivamente la etiqueta de "genocida" sobre los serbios por sus operaciones en Kosovo. "Genocidio," como "terrorismo," es una palabra odiosa pero confusa, que ha sido utilizada durante mucho tiempo por la propaganda para describir la conducta de enemigos oficiales. Trae a la memoria imágenes de los campos de la muerte de los nazis y es frecuentemente utilizada junto con la palabra "holocausto" para describir las matanzas que están siendo condenadas. En el modelo del holocausto nazi-judío, el genocidio implica el intento de eliminar a todo un pueblo. Pero en la Convención sobre el Genocidio de 1948 la palabra fue definida de manera menos concreta como cualquier acto "cometido con el intento de destruir como tal, en su totalidad o en parte, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso." La Convención llegó a incluir en actos de genocidio aquellos que causaban serio "daño mental" o que infligían "condiciones de vida" que apuntaban a una tal destrucción. Esta vaguedad ha contribuido a su politización, y Peter Novick señala cómo en los años 50 sus usuarios "aludían casi exclusivamente a los crímenes (a veces reales, otras veces imaginarios) del bloque soviético" (El Holocausto en la Vida Americana). Es un hecho tristemente célebre que la administración Clinton se abstuvo cuidadosamente de utilizar la palabra genocidio para aplicarla a las inmensas masacres de 1994 contra los tutsis por los hutus en Ruanda. Haber permitido que se utilizara la palabra podría haber sugerido que existía la necesidad de actuar, y habiendo decidido no actuar, la decisión de evitar el uso de una palabra emotiva que pudiera haber movilizado a la opinión pública sobre la necesidad de actuar fue la consecuencia lógica. Al contrario, en el caso de Kosovo, la decisión de actuar exigía la movilización de la opinión para apoyar la intervención violenta, así que se procedió al uso agresivo de la palabra genocidio.

En el contexto de las guerras por la desintegración de Yugoslavia, y su utilización oportunista en otras partes, la palabra genocidio ha sido aplicada libremente cada vez que se mata a gente a la que se considera como víctimas "meritorias." Según nuestro punto de vista esto no es sólo oportunismo sino - una corrupción del significado de una palabra cuyo sentido exclusivo no implica sólo asesinato o masacre sino la intención de exterminación de un pueblo, en su totalidad o en una parte substancial.

La Imputación de Genocidio Contra Serbia
La palabra genocidio fue aplicada a los serbios a principios de los años 90 por algunos analistas y periodistas occidentales que se habían alineado con otras facciones yugoslavas (especialmente los musulmanes bosnios), pero fue usada de manera intensa durante la campaña de bombardeo de 78 días de la OTAN y poco tiempo después. Esta intensificación de su uso fue el resultado en buena parte de la histeria virtual de los dirigentes ante la reacción serbia a sus bombardeos, que habían sido planteados como necesarios para detener las brutalidades serbias contra los albaneses kosovares, pero que causaron su aumento exponencial. Con la ayuda de los medios, y los gritos de genocidio, Tony Blair, Bill Clinton, Gerhard Schroeder, y otros voceros de la OTAN pudieron transformar las consecuencias de su estrategia de bombardeo (la crisis de refugiados) en su justificación retrospectiva.

Para justificar su caso los dirigentes de la OTAN necesitaban cantidades generosas de víctimas, historias de terror serbio, e imágenes de mujeres y niños huyendo o siendo colocados en trenes para su expulsión, permitiendo el recuerdo de los trenes a Auschwitz. El número de los que se pretendía "desaparecidos" y que William Cohen sugirió el 16 de mayo que representaban a víctimas de masacres fue de 100.000. una cifra que llegó a 500.000 en una evaluación del Departamento de Estado. Tanto durante como después de la campaña de bombardeo el interés principal de los medios cómplices de la OTAN fue la búsqueda de víctimas: se lanzó una rebatiña por desenterrar e informar sobre "fosas comunes". Hubo muchas víctimas, pero el apetito de los medios por ellas era insaciable y su credulidad los llevó a cometer numerosos errores, exageraciones y tergiversaciones (véase Philip Hammond y Edward S. Herman, eds., Degraded Capability: The Media and the Kosovo Crisis, que será publicado por Pluto Press, para numerosos ejemplos). Numerosas imágenes publicadas de mujeres y niños albaneses que partían fueron relacionadas con el "holocausto," aunque como anotó un comentador británico "los nazis no pusieron a los judíos en el tren a Israel, como los serbios estaban ahora poniendo a los kosovares albaneses en el tren a Albania" (Julie Burchill, Guardian, 10 de abril de 1999).

La palabra genocidio fue aplicada a las operaciones serbias en Kosovo incluso antes de los bombardeos de la OTAN, aunque el número de muertos en los 15 meses anteriores fue tal vez de 2000 por todas las partes y a pesar del hecho de que no había evidencia de una intención de exterminar o expulsar a todos los albaneses. El conflicto de Kosovo era una guerra civil con trasfondos étnicos característicos y una represión brutal pero no inédita (menos feroz que la realizada por el ejército croata contra los serbios de Krajina en agosto de 1995, en la que fueron asesinados unos 2500 civiles en unos pocos días). Incluso durante el período de los bombardeos el término genocidio es ridículamente inaplicable. La reacción serbia a los bombardeos, aunque fuera recuentemente salvaje, se basaba en su entendimiento correcto de que el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) estaba ligado a la OTAN y que la OTAN le estaba dando apoyo aéreo (Tom Walker y Aidan Alberti, "CIA Aided Kosovo Guerrilla Army," Sunday Times [Londres], 13 de marzo de 2000). Sus brutalidades y expulsiones estuvieron concentradas en las áreas bastiones del ELK, y los que fueron expulsados no fueron enviados a campos de la muerte sino a refugios fuera de Kosovo. La intensa búsqueda de muertos y fosas comunes de la posguerra ha producido menos de 3000 cadáveres resultantes de todas las causas posibles (bajas del mismo orden de magnitud que las masacres de serbios de Krajina, realizadas con apoyo de los EE.UU.)

En breve, el uso de la palabra genocidio para las acciones serbias en Kosovo fue retórica propagandística vulgar destinada a desorientar respecto a los hechos y proveer la base moral para la intervención agresora. Se conformó al uso del Tribunal de Crímenes de Guerra para acusar a Milosevic en medio de la campaña de bombardeos de la OTAN (una acusación que estaba también destinada para justificar el bombardeo (ilegal) de Serbia crecientemente orientado contra civiles, satanizando al jefe del Estado atacado por la OTAN.)

Los Medios y la Propaganda de Izquierda de la OTAN
Habiendo alentado la desintegración de Yugoslavia desde 1991, y habiendo realmente torpedeado las soluciones pacíficas al problema de la protección de las minorías en los estados secesionistas, las políticas de Alemania y de los Estados Unidos, en particular, aseguraron la violencia étnica. El culpable escogido fue Serbia, y a ello le siguió un intenso enfoque oficial y de los medios sobre los crímenes serbios. Esto incluyó no sólo la electividad del atropello y una deformación de sus causas y su centro de responsabilidad, sino también un proceso de satanización ayudado por la representación unilateral y alejada de la realidad histórica de acontecimientos frecuentemente mezclados con desinformación (como en la fabricación por la estación de noticias británica ITN de un campo "de la muerte" o de "concentración" en el centro de refugiados de Trnopolje en 1992; véase Thomas Deichmann, "The Picture that Fooled the World," Living Marxism, Febr. 1997).

La satanización y el suministro continuo de noticias de atrocidades crearon un ambiente moral propicio a las acusaciones de genocidio. Esto llegó profundamente a las comunidades y medios liberales y de izquierda, con muchos liberales e izquierdistas partidarios apasionados de "hacer algo," incluyendo la guerra de bombardeos de la OTAN. Se podía esperar esto del New Republic, donde la noción de la culpa colectiva serbia, (siguiendo la línea del libro de Daniel Jonah Goldhagen Los Verdugos Voluntarios de Hitler), encontró un regazo oportuno justificando convenientemente el ataque contra la sociedad civil serbia y la perpetración de crímenes de guerra. (Stacy Sullivan, "Los Verdugos Voluntarios de Milosevic," New Republic, 10 de mayo de 1999). Pero también afectó al Nation, cuyo corresponsal en las Naciones Unidas Ian Williams estaba satisfecho de ver que se dejaba de lado a las Naciones Unidas en función del interés de los bombardeos humanitarios (2 de abril de 1999), y donde Kai Bird (14 de junio de 1999) y Christopher Hitchens (29 de noviembre de 1999, entre otros) consideraron la conducta serbia como "genocida" durante su casi-defensa de la política de la OTAN. Sólo Hitchens parecía sugerir que los serbios estaban tratando de exterminar a un pueblo (basándose en argumentos ridículos, véase Herman, "Hitchens on Serbia and East Timor," Z Magazine, abril de 1999).

En los medios dominantes, la palabra genocidio fue utilizada de manera aún más generosa y ciega. A menudo fue presentado en la forma de aseveraciones de funcionarios, con cifras como los 100.000 de Cohen, pero los reporteros o comentaristas no pusieron en tela de juicio nunca o muy rara vez las cifras o preguntaron si las acciones calificadas de genocidas tenían la intención de exterminar a un pueblo. Fue poco común, sin duda, que se mencionara la diferencia entre los trenes a Auschwitz y a la frontera albanesa, como lo hiciera Julie Burchill en el Guardian.

El genocidio fue utilizado como un símbolo de aversión y desaprobación, justificando medidas extremas contra el "dictador" y su pueblo (los medios se sintieron impulsados a llamar "dictador" a Milosevic aunque esto hizo difícil la condena contra los "serbios ordinarios" como responsables por sus acciones, pero lograron hacer las dos cosas al mismo tiempo (Anthony Lewis, "The Question of Evil," NYT, junio 22, 1999). Algunos comentaristas se dejaron llevar por su propia pasión, David Rieff, un favorito del New York Times, Wall Street Journal, y de Christopher Hitchens, señalando que "el régimen de Milosevic está tratando de erradicar a todo un pueblo" ("Wars Without End?," NYT, septiembre 23, 1999). Pero la mayoría de los comentaristas se dieron por satisfechos con el uso de la palabra sin especificar su significado o suministrar hechos. Jamás reconocieron ninguna razón militar para las expulsiones y asesinatos posteriores a los bombardeos: era gente mala haciendo cosas malas por razones malas.

En una obra maestra del género de la apologética anti-genocida de la OTAN, el New York Times, aportó "A Different Kind of Killing" de Sebastián Junger (NYT Magazine, febrero 27, 2000), en el que se explica que aunque si la cantidad de cadáveres encontrados en Kosovo no haya sido de dimensión genocida y aunque algunas historias hayan resultado falsas, no deja de ser que "un solo asesinato puede ser considerado un acto de genocidio si se puede demostrar que existió la intención de matar a todos los demás en el grupo de esa persona." Junger cuenta entonces su visita al sitio del cadáver sin reclamar de una mujer adolescente, supuestamente raptada, violada y asesinada por "fuerzas irregulares" serbias. Junger continúa diciendo que, "no fue hasta este siglo en el que un ejército mecanizado realizó tales crímenes al servicio de su gobierno. Esto es genocidio; el resto es sólo violencia." Junger no hace el menor esfuerzo por mostrar que las "fuerzas irregulares" habían hecho esto como parte de un plan gubernamental y "al servicio de su gobierno" en vez de haberlo hecho por sí mismos, o que el ELK o el ejército de los EE.UU. no hayan realizado actos similares. En breve, esto es una completa tontería sin valor alguno (pero fija la palabra genocidio sobre el enemigo oficial, y por ello el New York Times permite que este travestismo aparezca en su revista dominical.)

Algunos Datos Comparativos
También podemos medir la politización espectacular de la palabra genocidio comparando su uso generoso en la descripción de la conducta serbia en Kosovo con su utilización mínima para el trato dado por Turquía a sus kurdos en los años 90 (por cierto, durante décadas) y el trato por parte de Indonesia contra los timoreses orientales en 1999 así como en años anteriores. La fuerza de esta comparación es reforzada por los hechos de que Turquía asesinó muchos más kurdos en los años 90 que los albaneses muertos por los serbios en Kosovo, no sólo antes de los bombardeos (cuyo número presume provocó la intervención "humanitaria") sino incluso considerando aquellos muertos durante los 78 días de bombardeos y guerra (véase New Military Humanism de Chomsky). La invasión-ocupación por parte de Indonesia llevó a la muerte de casi un tercio de la población del Timor Oriental (1975-1980), e Indonesia fue responsable a continuación del asesinato y expulsión en 1998-1999 de una cantidad aún desconocida de timoreses orientales, en relación con unas elecciones auspiciadas por la ONU. La cantidad de timoreses orientales asesinados en la última vuelta de terror indonesio excedió ampliamente la cantidad total de víctimas albanesas en Kosovo antes de los bombardeos (las evaluaciones van de 3000 a 6000 muertos incluso antes de que el referendo del 30 de agosto de 1999 desatara la descontrolada devastación y muerte por parte de Indonesia, y el total para 1999 es seguramente muy superior al total de los albaneses kosovares muertos por los serbios en 1998 y 1999.

Pero como Turquía e Indonesia son clientes de los Estados Unidos y reciben ayuda, suministros militares y apoyo diplomático de los Estados Unidos, Gran Bretaña y los poderes occidentales en general, sus crímenes contra los derechos humanos no son jamás calificados por los funcionarios occidentales como genocidio. En realidad, en una característica extraña de la campaña de la OTAN contra el genocidio serbio en Kosovo, Turquía, un miembro de la OTAN, tomó parte en la guerra contra Yugoslavia con misiones de bombardeo directo y la provisión de bases para vuelos de otros países de la OTAN, tal vez reasignando generosamente sus propias fuerzas de la limpieza étnica contra los kurdos al servicio "humanitario" de la OTAN.

Dada la calurosa relación entre los poderes de la OTAN y Turquía e Indonesia, hubiéramos esperado que los medios de la OTAN siguieran los pasos de sus dirigentes y dieran a Turquía e Indonesia un trato comprensivo, desistiendo de un esfuerzo investigativo serio y de la búsqueda entusiasta de "fosas comunes" que han mantenido en Kosovo, y evitando el uso de una palabra ingrata como genocidio para referirse a esos estados clientes, sin importar hasta qué punto sea aplicable y su actitud inconsecuente con el uso de la palabra en lo que se refiere a Serbia. Esta expectativa se ha cumplido plenamente.

Nos limitaremos aquí al uso en el New York Times aunque creemos que nuestros hallazgos son aplicables a la producción general de los medios dominantes. En el Times la parcialidad es sorprendente y tiene algunos aspectos secundarios inesperados. La tabla adjunta muestra que en el año 1999 la palabra genocidio fue atribuida a los serbios en Kosovo en 85 artículos diferentes, incluyendo 15 que comenzaron en la primera página y en 16 editoriales y columnas de opinión. En algunos de estos artículos la palabra fue utilizada repetidamente. (En un ejemplo remarcable, durante este año y fuera de la muestra propiamente tal, Michael Ignatieff repitió la palabra genocidio 11 veces en una sola columna editorial [febrero 13, 2000]).

Al contrario, la palabra apareció en el Times sólo 9 veces con referencia al Timor Oriental en 1999, sólo una vez en un editorial o columna de opinión y sólo 15 veces respecto al Timor Oriental en toda la década de los 90. La palabra no fue jamás utilizada en un artículo de primera página en los 90. Además, ningún reportero o editorialista del Times usó jamás la palabra genocidio con referencia al Timor Oriental en todo el período 1975(1999. (Es decir, en todos los casos en los que apareció la palabra, no expresó la opinión del autor del Times, sino que fue atribuida a otra fuente.) Anthony Lewis, que se refirió repetidamente a la acción serbia como genocida y llamó a la intervención occidental allí, habló de "abusos contra los derechos humanos en el Timor Oriental" (julio 12, 1993), pero jamás lo llamó genocidio o urgió una intervención. Barbara Crossette repetidamente felicitó a Suharto por llevar la "estabilidad" a la región. En una notable mención de la palabra genocidio, el veterano reportero del Times Henry Kamm negó explícitamente su aplicación al Timor Oriental, llamando a tal uso "hipérbola" y asignando las muertes en masa a una "guerra cruel y a la hambruna que la acompañó en esta isla históricamente falta de alimentos" (febrero 15, 1981).

Igualmente notable, la tabla también muestra que la palabra genocidio no fue utilizada jamás respecto a Turquía y su trato de los kurdos en todo 1999, y fue utilizada sólo cinco veces a ese respecto en la década de los 90, jamás en un artículo de primera plana. Sin embargo, en una maravillosa ilustración de cómo el Times sigue la línea de la política exterior de los EE.UU., la tabla muestra que el maltrato de sus kurdos por Irak en los años 1990-1999 fue descrita como genocida 22 veces, en cinco casos en artículos de primera plana.

En breve, sólo las "víctimas meritorias" ( es decir, las víctimas de los enemigos oficialmente designados como Yugoslavia e Irak) sufren de genocidio; aquellos que no son valiosos, como los timoreses orientales y los kurdos turcos, son simplemente el objeto de una "guerra cruel" y de las fuerzas naturales adversas, como explicó Henry Kamm respecto al Timor Oriental. Así que los medios occidentales y la "comunidad internacional" serán movilizados por los primeros, y los últimos deberán sufrir en silencio. Pero, como hemos subrayado, jamás hubo genocidio en Kosovo, de manera que la guerra de la OTAN allí estaba basada en una mentira. Y esa mentira, tal como la acusación del 27 de mayo contra Milosevic por el Tribunal de Crímenes de Guerra, sirvió sobre todo para dar una cobertura moral que permitió a la OTAN el bombardeo hasta la sumisión contra la población rehén de Serbia. Esa población ahora se une a la de Irak en sufrir el martirio de "sanciones de destrucción en masa" consecutivas cuyos efectos corresponden de manera más justa a un "genocidio" que las acciones serbias que se pretende precipitaron la guerra de la OTAN.

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